En esta época donde los adornos navideños están llenos de muñecos de nieve, botas abrigadas y un señor todo barbudo y bien empilchado que trae regalos, alguna vez de niña creí que iba a nevar. En diciembre, en medio del calor y los mosquitos del norte santafecino. En la casa de mi abuela paterna, había una de estas esferas de cristal que si agitas con las manos la ves : ves nevar, ves caer nieve sobre casas y pinos. Mi mirada de niña podía viajar así de profundo, detenerse unos minutos en esa miniatura y sentirla caer.
Errar. Equivocarse. No tener ganas. Cargar de pinceladas torpes un trabajo que no se siente terminado nunca. Crear una pieza no siempre responde a los tiempos que uno tiene para una entrega. A veces. Los plazos se corren simplemente porque no sale. No me gusta lo que hice. No di con la paleta adecuada. A veces empiezo pensando que la idea es genial, la mejor que tuve en mi vida y al rato se derrite como un helado al sol. Aun así crear se vuelve oficio. Y aprendo siempre. Sobre todo a llegar a los plazos de entrega. Pero. Que pasa cuando no llego? Hace unos días logré sincerarme. Con el trabajo y con mi cliente. Le dije que no me salía... que me disculpara. Lo mejor es que tuve una respuesta amorosa y comprensiva. Agradezco cada día trabajar de lo que amo y también de tener gente cerca que me acompaña en estos vacíos. Gracias a todas las personas que eligen regalar o regalarse estas piezas que hacemos en esta casa taller, que tiene un jardín donde las flores y los juegos ...
Para festejar el día del niño en Ecuador fuimos convocados por la Fundación Teatro Nacional Sucre a compartir nuestro trabajo con las famili as quiteñas. Infinitamente agradecidos a la productora Anita Mendez y a todo el equipo técnico y directivo del Teatro que crearon unas maravillosas condiciones para que desarrollemos la función, las muestras y los talleres. La variedad de sabores, la calidez de su gente y la bellísima ciudad de Quito quedará para siempre en nuestros corazones.
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